11 marzo 2014

Morocco, episodio 7



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Como no había olas decidimos hacer un poco de turisteo por la zona. Cogimos el coche y nos acercamos a Essaouira. Más curvas peligrosas con vendedores de miel cada 500 metros.

De camino, iba yo conduciendo cuando vimos un control de la policía. No sabía qué hacer y los polis no nos daban ninguna indicación así que hice como si nada, pero antes de pasarlo nos detuvieron, pues al parecer iba a 120 km por hora cuando debía de haber aminorado la marcha después de ver la señal de 70 km como límite. Un poco de cachondeo y a seguir con nuestro viaje.

Ya en Essaouira vimos que era todo más civilizado. Hacía muchísimo viento y vimos muchas furgonetas, algunas de ellas españolas, con gente haciendo kite surf en la playa de allí.

Aparcamos el coche cerca del mercado de Essaouira y nos metimos a marear por allí. Se trataba de una colección de puestos artesanos que vendían de todo; comida, baratijas, ropa, especias, electrónica… un sinfín de artilugios y personas de todas partes del mundo, rodeado todo por unos muros que cubrían un par de manzanas enteras.

Después de ir de tienda en tienda nos sentamos en un bar a tomar algo donde conocimos a una chica española que se había venido sola a Marruecos, rollo a encontrarse consigo misma o algo por el estilo. Muy maja.

Después de unas horas y con las manos cargadas de cachivaches decidimos volver a Imsouane para ver si podíamos pillar alguna olita.

De camino comimos en un pueblo de carretera donde nos cobraron 140 dirhams por un tajine para 3, junto con una ensalada, agua y pan, que estaba riquísimo.

Nada más salir de allí cogimos el coche y volvimos a parar a unos 5 minutos de allí. En un comercio de carretera donde vendían souvenirs. Yo me compré una tortuga tallada en piedra muy graciosa. Creo recordar que éstos no se compraron nada.

Cuando llegamos a Imsouane y vemos que no hay nada de olas decidimos bajar a la playa para pegarnos un baño. Nos cruzamos con el dueño de la casa, que llevaba un timbal bastante grande colgando de la espalda y nos invitó a seguirle hasta el fondo de la playa, donde se juntaban las rocas con el cabo.

El tío estuvo tocando el timbal un buen rato mientras descubrimos unas rocas talladas con formas de peces, sirenas y demás seres acuáticos; algunos estaban coloreados. Junto con la música, el atardecer y el mar, se creó una atmósfera increíble en la cual todos descansamos por un par de horas.

Después volvimos a casa con Nahum y Laura para ir a comprar algo para cenar.

Preparamos una ensalada de frutas y a las 10 nos fuimos a la cama.

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